La violencia empieza con la desigualdad
Historias cotidianas que podemos transformar
Casi siete de cada diez mujeres han vivido situaciones de violencia basada en género en algún momento de su vida, según la primera encuesta nacional de prevalencia sobre violencia basada en género y generaciones en Uruguay (2013).
La violencia hacia las niñas, adolescentes y mujeres es producto de una distribución desigual de poder, lo que conlleva una desproporcionalidad que se refleja en las relaciones sociales y la persistencia de un ente dominante como actor principal. Esto se manifiesta de formas muy variadas, a veces muy evidentes, pero otras de manera más oculta.
Puede expresarse en la familia, el trabajo, la comunidad, el Estado; su objetivo persistente es someter y controlar.
La violencia se sostiene en las desigualdades de género que se desarrollan diariamente en la vida cotidiana.
En el ámbito laboral muchas veces hay brechas salariales entre varones y mujeres. En estos caso, las mujeres no son valoradas de la misma manera que los hombres a pesar de tener un buen desempeño laboral, y existen barreras para acceder a altos cargos de dirección, además de ser pasibles de acoso sexual en este ámbito.
Aunque mujeres y varones tienen jornadas laborales similares, cuando ellas llegan a sus hogares continúan con las tareas domésticas y de cuidado; por lo tanto, recae sobre las mujeres una mayor carga global de trabajo que limita su tiempo de ocio y recreación.
En las redes sociales es palpable observar al estereotipo de la mujer como un producto sexual. Inclusive muchos géneros musicales llegan a promover esta clase de contenidos, influenciando a los adolescentes en especial, programándoles para una asimilacion de patrones con evidentes antivalores que se observan a simple vista.
¿Cómo podemos cambiar esta realidad?
